Aprendí muchas cosas de ti y te agradezco en el alma todo lo que has hecho por mí. Tu fuerza, tu inteligencia, tu astucia, tu forma de ver la vida...todo. Todo lo que sé hoy tiene tu nombre escrito, porque fuiste tú quien me enseñó a ver las cosas desde un punto de vista diferente, porque fuiste tú quien me enseñó que los sueños no son simples historias que les cuentan a los niños pequeños cuando se van a dormir, porque fuiste tú quien me enseñó a volar.
Cuando discutíamos siempre aparecías en la puerta de mi casa con un ramo de rosas. Una noche en la que estaba demasiado enfadada contigo apareciste con el ramo en la mano y tus ojos suplicantes. Estaba cansada de que buscaras el perdón en unas simples flores así que no te abrí la puerta. Al día siguiente cuando iba a salir de mi casa, te descubrí en la entrada, durmiendo. Te habías quedado toda la noche allí con la esperanza de que cambiara de opinión. Entre lágrimas y abrazos nos reconciliamos y a partir de ahí, rara vez nos peleábamos.
Todo era perfecto.
Pero el destino es caprichoso, y, al igual que une lo imposible, separa a lo posible. Y así fue como tú y yo tuvimos que tomar las riendas de nuestros propios caminos. Sin quejarnos, sin mirar atrás, sin preguntar por qué.
Al igual que te convertiste en parte de mi mundo, pudiste dejar de ser parte de el. Me costó borrarte de mi mente pero poco a poco fui dejándote atrás, con la antigua yo. La distancia y el tiempo hizo de mí una persona más fuerte, madura y decidida, con las ideas claras y con ganas de luchar por aquello en lo que más creía. Luego le conocí. Definitivamente no era nada comparado contigo, supongo que la primera persona con la que compartes experiencias nuevas siempre es la más especial, pero él era especial de alguna forma.
Un día íbamos cogidos de la mano por la calle, y desde atrás oí una voz que me llamaba. Cuando me giré para ver quien era, mi cabeza empezó a dar vueltas y mis oídos se llenaron de ruido, mi mente se nubló y mis ojos se quedaron fijos mirando a la figura que tenía delante. El chico de otra vida. El que me enseñó que los sueños no son simples historias que les cuentan a los niños cuando se van a dormir, el que me enseñó a volar. Si no te hubiera visto diría que habría sido imposible reconocerte la voz. Aquella voz que era como música para mis oídos. Tus ojos impenetrables ya no desprendían la dulzura que solían desprender y tus labios ya no formaban una sonrisa. Habías cambiado. ¿Qué te pasó? No lo sé. Solamente sé que ya era no eras el mismo. Todo lo que empezó en amor, acabó en adiós. Pero en mi corazón existe la memoria, y ahí tu siempre estarás.
Izzy xx